¿Por qué la guerra?
¿Por qué la guerra?
En 1933, Einstein le escribió a Freud reflexionando sobre la guerra y preguntando puntualmente sobre la pulsión de destructividad. El Padre del Psicoanálisis respondió hablando del par Eros-Tánatos: “En resumen, no es más que la transposición teórica del antagonismo universalmente conocido del amor y del odio, que es, tal vez, una forma de la polaridad de atracción y de repulsión, que desempeña un papel en el terreno que a usted le es familiar.”
La Mecánica Cuántica estableció una relación entre la materia y el magnetismo: el electromagnetismo. Las leyes que rigen el electromagnetismo son universales. Ejemplo: “la atracción y repulsión”, “la polaridad” (lo que le menciona Freud a Einstein en su carta de la guerra), y se aplican a los metales, a otros minerales, a la organización de los fenómenos subatómicos, a la organización del vuelo y a la migración de los pájaros, a ciertos fenómenos psíquicos, e incluso a ciertas interacciones sociales del inconsciente colectivo; por ejemplo a la “polarización” (antagonismos, lucha de clases, etc.).
Podemos comprobar que hay una interrelación entre los procesos psíquicos y los procesos energéticos; hay vínculo entre la causalidad energética descrita por Albert Einstein y la causalidad psíquica descubierta por Freud. La psiquis incide en la causalidad energética universal, y a la inversa: los distintos estratos del inconsciente colectivo incurren en la psiquis individual; lo inconsciente es, entonces, todo aquello que existe entre el cielo y la tierra y que el hombre aún no ha hecho consciente.
Freud habló sobre la “indiferencia narcisista”, y también sobre “el narcisismo de las diferencias” en los grupos sociales: el “otro” de la proyección narcisista individual, de la polarización, tiene su correlato en lo grupal o étnico; la xenofobia es el mejor ejemplo.
En lo social, el narcisismo se expresa de diferentes maneras: en la “economía de mercado”, la “competitividad” se manifiesta como un desplazamiento del “darwinismo social”; la supervivencia de los más aptos, se promueve desde un estereotipo puramente materialista, exaltando el éxito en los “atributos físicos” y lo ilimitado (unlimited) del ego narcisista; esa personalidad se asocia al poder, que otorga el acceso al consumo, también “ilimitado”. En la formación de esta “masa artificial competitiva”, el “otro” imaginario, con el cual identificarse, cumple con la realización de ideales estéticos, basados en la satisfacción de necesidades materiales, más que nada, creadas artificialmente. El cumplimiento de este ideal imaginario, provoca un ensanchamiento del yo grupal, (narcisismo grupal), alimentando la creencia en la superioridad propia, para apartar a los “no aptos” o “combatir” la disidencia, incluso, la guerra al “bando” contrario: al progresismo, al comunismo, a la pobreza, a los refugiados, etc. Y, a la inversa, desde las formaciones de masa opuestas: el ideal comunista de la eliminación de la propiedad privada, y de las diferencias de clase, justifica la violencia política y las polarizaciones extremas.
El genio freudiano nos dejó esbozadas ciertas intuiciones, que algunos consideraron “incautas”. Jung, por su parte, no tuvo pruritos ni temores a los infundios descalificantes, y, aseguró, que los estados emocionales son transmitidos telepáticamente desde el grupo (o colectivo), al individuo y viceversa. El concepto de inconsciente colectivo, permite inteligir que la psiquis individual no está disociada de la mente colectiva, y que, por el contrario, ambas están enhebradas de manera subatómica, manteniendo una interacción recíproca. No es necesario participar físicamente en el combate: sólo con adoptar una posición extrema y “antipática”, se le envía una señal electromagnética al inconsciente colectivo, que refuerza los antagonismos. Mantenerse al margen y buscar la objetividad es la excepción; lo corriente es una deformación narcisista de la realidad, que busca justificar posiciones e identificaciones personales con ideales puros y rígidos: “polarizaciones”.
La humanidad necesita sanar el hechizo de la polarización, buscar la objetividad y la verdad ocultas tras las máscaras y fachadas de las deformaciones narcisistas. En el conjunctio oppositorum –la “unión de los opuestos”–, proceso que proponen las psicologías analítico-evolutivas, se produce la integración de las distintas polaridades. Primariamente, se debe unificar lo masculino y lo femenino en nuestro interior, para lograr una personalidad coherente, en el contexto general del proceso de individuación: la integración de la persona y la sombra.
El proceso de integración y evolución de la personalidad, permite el arribo al pensamiento mundicéntrico, de la Moral Postconvencional y la Lógica Global. De esta manera, el individuo maduro juzgará las acciones, de acuerdo a criterios relativos y universales: es decir, "no" a lo que es adecuado para su grupo de pertenencia, sino a lo que es mejor para toda la humanidad. La comprensión mediante la “Lógica Global”, permite apreciar que, por un lado, la competencia egoica sin sensibilidad-compasiva es destructiva; y que, por otro lado, el colectivismo sectario es una retribalización, que antagoniza con las iniciativas individuales, o de otros grupos –polarización en el narcisismo de las diferencias– obturando así, la creatividad, la producción-sublimación. El "carácter holístico" de la Lógica Global, permite la construcción de colectivos con iniciativas productivas, sin anular las expresiones individuales, fomentando la cooperación empática mediante la “Consciencia de Unidad”. En todo proceso de individuación e integración de los opuestos, emergen la reciprocidad, la mutualidad, la solidaridad y la compasión por todos los seres vivos. El psicólogo Kohlberg, supo nominar esta fase superior en el desarrollo evolutivo de la “consciencia “emocional” y “espiritual” humana como: el estadío de la “Moral Postconvencional”; esta fase o cumbre del desarrollo, es la que otorga el correlato o fundamento de los principios éticos universales, un pensamiento y una emotividad, que han resuelto la ambivalencia “amor-odio”; y, en cuya base, se encuentra una vivencia experiencial, cósmica y existencial de la vida: la Consciencia de Unidad, en la que el ser se reconoce como parte indisoluble del cosmos, y unido a todas las formas de vida que lo habitan. La cosmovisión emergente es solidaria a la de Gandhi, Jung, Krishnamurti, Mandela o Martín Lutero, entre otros “individuos excepcionales”.
Freud nos mostró que la dualidad pulsional "Eros-Tánatos", la ambivalencia amor-odio, o su equivalente, las "pulsiones de vida y pulsiones de muerte", deben equilibrarse dinámicamente en la “sublimación”, para hacer posible la “amalgama” de las comunidades, el vínculo social, el amor. Es necesario sanar culturalmente, lo que salvará nuestra especie y la vida en la Tierra, serán las formaciones culturales que entrelacen las almas de los hombres, la actividad “sublime” de la unión a través de Eros, que es la síntesis del amor supremo.
Comentarios
Publicar un comentario